VOLVÍA A CASA

(com sabeu els lectors més fidels des de fa un temps estic escrivint uns relats breus sobre històries de la Barcelona dels 80s i dels 90s, històries d'històries, històries meves, històries d'altres... Com ja he fet abans en un parell de vegades, avui 8M m'he animat a publicar aquest relat VOLVÍA A CASA, anticipant-me a la seva -espero- publicació amb la resta de relats en format llibre. És un relat breu que ni per estil, ni per temàtica ni per res s'assembla als habituals escrits polítics d'aquest blog. Això, aquests relats, amb més o menys encert, només ho escric com a literatura)

VOLVÍA A CASA

Se ha ído. Doy un vistazo sin sentido por el piso, porque sé que se ha ido. No está, y en esa agonía de ir recuperando cierta conciencia de lo que ha pasado, sé que no sé nada de ella. No recuerdo ni su nombre. Me miro las manos, como si pudiera retener el tacto de la piel de sus piernas y sus pies mientras nos cuidábamos en la bañera, casi sin saber qué hacíamos ahí. Dos desconocidos desnudos compartiendo algo tan etéreo como el concepto de "hoy nos hemos librado de una buena".

No recuerdo su nombre. De hecho yo ya me iba, solo, a pie, hacia mi casa, con esa incierta confusión física y mental después de toda una noche de marcha. No recuerdo su nombre, pero sí recuerdo haberla visto, sola, en un banco de la plaza desierta que da al paseo, como si se ella también se esforzara en salir de su propia confusión nocturna. "Va bien, esa", pensé. Y seguí. Sí la recuerdo ahí con su cabello moreno, corto, y que se había quitado los zapatos.

Antes de dejar atrás la plaza desierta, casi sin darme cuenta, me he dado la vuelta, a mirarla. Había pasado por delante suyo, pero ni siquiera le había preguntado si estaba bien. Ahora tenía 3 tíos a su alrededor. No tenía ni idea de quienes eran, ni si iban juntos, pero la escena me ha activado esa lucecita de alerta que todos tenemos. La veueta de Magnum. Me he quedado discretamente oculto a ver como evolucionaba la cosa. No he tenido que esperar mucho. He visto rápido que aquellos tres que la habían rodeado la estaban asediando. Al principio hacían como tímidas aproximaciones de manoseos, que ella rechazaba como podía. Pero la cosa iba a más.

No me lo he pensado, he vuelto sobre mis pasos, cruzando la plaza, hacia donde estaban. Al llegar junto a ellos he hecho un muy poco afortunado intento de pasar como amigo de la chica "eo, te estaba buscando, nos vamos?". Ella nI se ha movido. Uno de los 3 me ha dado un leve empujoncito en el hombro acompañado de un "lárgate". Me he vuelto a dirigir a la chica desconocida y le he preguntado si estaba bien, pero no ha sido capaz de responder. "Que te largues" me ha vuelto a empujar otro. Les he dicho que se largasen ellos. Entonces ha sido cuando uno de los tres se ha avalanzado sobre mi gritando "será hijoputa". He estado rápido, me he apartado y le he segado la pierna con una patada circular baja, que lo ha hecho caer al suelo. Me he girado contra otro de los tres que intentaba darme por la espalda, no me esperaba, y, sin defensa, le he metido directo un golpe de puño a la nariz que lo ha dejado sangrando. En ese momento el tercero me ha dado una monumental hostia en el pómulo de la cara, que me noqueado, y he ido al suelo, sangrando por la nariz y con las gafas volando. Entonces he visto como la chica se tiraba encima del que me había dado y le iba dando en la cabeza gritando "hijoputa, hijoputa, hijoputa".

Uno de los tres ha dicho vámonos, y se han ido. Nos hemos quedado la chica desconocida y yo. Estaba sollozando, nerviosa, sin saber qué hacer con sus manos. Se ha agachado, ha recogido mis gafas y me ha dicho "ten, son tuyas, verdad?". He respondido afirmativamente, me las he puesto y entonces se ha tirado a mi cuello a abrazarme, repitiendo gracias, gracias, sin parar. Seguía descalza. Alguno de los energúmenos había dado patada a sus zapatos. Los hemos buscado hasta encontrarlos. Tenía los pies negros, muy sucios. "No te vayas, por favor", me ha pedido.

Me he quedado con ella, sentados en un banco de la plaza. Le he comentado que yo vivía ahí al lado, por si quería lavarse y descansar un poco. Y hemos acabado en mi piso. "Tío, eres mi salvador" me ha dicho mientras me acariciaba los hombros y los brazos y no dejaba de besarme. Le he lavado los pies, mucho rato, dándole un poco de masaje. Me ha besado más y hemos acabado los dos desnudos en la bañera, frotándonos con la esponja. A mi ya me había pasado del todo la incierta confusión, y aunque el lavado de pies y el baño mutuo en la bañera me habían excitado muchísimo, he tenido ese punto de parar, de no ir más allá. Al principio ella no lo ha entendido. "No te gusto?". Le he explicado que después de lo que había pasado mejor no ir más allá.

Nos hemos secado, besado, mirado. "Voy a preparar un poco de desayuno, vale?" le he dicho mientras abandonaba el baño para ir a la cocina a preparar café y unas tostadas. Al poco es cuando me ha parecido oir un silencioso cerrarse la puerta.

Se ha ido. Y sí, se había ido. Durante unas semanas me estuve mirando las manos buscando el tacto de su piel. No lo expliqué nunca a nadie, lo que había pasado. De hecho incluso me recriminé haber acabado en mi casa con ella. Y su recuerdo se desvaneció.

Hasta hoy que, cuando yo estaba de juerga y bailoteo con una amiga en un club, una chica se me ha lanzado al cuello, abrazándome y besándome. Sin dejarme se ha girado hacia sus amigas gritándoles "es mi salvador, el chico del que os hablé".

Nos hemos mirado, abrazado y despedido. Cuando me iba he pensado que seguíamos sin saber nuestros nombres. Pero que tal vez mejor así.