Hola Estado Español. Hola Tribunal Constitucional. Hola Fiscalía. Hola Guardia Civil, Policía Nacional, Legión, lo que sea. Hola políticos de tres al cuarto que negáis todo lo que es Catalunya y quiere su gente y que solamente sabéis escupir mentiras y amenazas. Hola voceros de la desinformación, que actuáis al dictado de un delirante propagandismo de guerra.
Hola a todos. Hoy os traigo una mala noticia. Supongo ya la sabéis, pero por si acaso aquí os la traigo. Tenéis un problema. Y vuestro problema es que hagáis lo que hagáis... nos da igual.
Hubo un tiempo que esto no era así, cierto. Pero ese tiempo ya pasó. Ya es un pasado remoto en este proceso que estamos viviendo, construyendo día a día.
Sí, cierto, hubo un tiempo que inhabilitar políticos, incluso un Presidente de Catalunya, nos hubiera impresionado.
Hubo un tiempo que encausar la mesa del Parlament por permitir un debate podría haber generado una propuesta pactista.
Hubo un tiempo en el que el simple hecho de presentarse la Guardia Civil a interrogar amenazadoramente servidores públicos, sin ninguna acusación, simplemente como advertimiento en una causa preventiva, hubiera paralizado muchos compromisos ante el temor de ser los siguientes.
Hubo un tiempo en el que nos hubiéramos defendido de las acusaciones repugnantes para la mayoría de nosotros de ser unos charnegos agradecidos, o de que, por defender lo que creemos más justo para nosotros, nuestros hijos y nuestra sociedad, en este "nosotros" que nunca acabáis de entender ni aceptar, negamos o renegamos de nuestros orígenes o el de nuestros padres.
Hubo un tiempo en el que tal vez toda esta rumorología de que si tu que si yo, que si este hace esto y ese no hace lo otro, que si este piensa en eso y ese otro piensa en aquello, hubiera minado nuestra unidad y confianza.
Hubo un tiempo, no hace tanto, pero ya es demasiado lejano como para que vuelva, que todo esto, junto, nos hubiera hecho dudar de nosotros mismos y de poder llegar al día 1 de octubre y votar.
Ahora, hoy, en este hoy que construimos desde ese nosotros que negáis tanto como a la vez odiáis, en este hoy que se edifica por encima de todas las dificultades posibles e imaginables, en este hoy que no está escrito, sino que escribimos a diario... en este hoy ya no hay espacio para ese tiempo que hubo.
Y esta es la mala noticia que os traigo. Supongo que sabéis lo que eso significa. Creo que sí. Lo veo en vuestras caras, en vuestros gestos, en vuestras declaraciones, en todo lo que hacéis.
Entre ese tiempo que hubo y este hoy que somos ha pasado una cosa trascendente: hemos aprendido a gestionar el miedo. Sí, ahora me explico. Veréis, aquí, entre los nuestros, hay algunos que bravuconean "no tenim por" o "sense por", como si fuera una declaración de principios, como si el miedo fuera algo negativo.
Y no. O sí. O parcialmente. El miedo es una emoción positiva, porque te anticipa de un peligro inminente. Si no sientes esa emoción es que o no eres consciente de las posibles amenazas o eres un temerario porque eso te impide estar preparado ante cualquier peligro.
Hay un miedo negativo: el que nos deja paralizados ante lo que pueda pasar. Ese es el miedo en el que se quedan instalados, atrapados, sin ser lo mismo, los vencidos y los cobardes. Ese es el miedo que durante 300 años ha impuesto este estado podrido que es el estado español y sus élites y agentes, en su relación con Catalunya y los catalanes. El miedo ante la violencia sistemática contra Catalunya y los catalanes, la derrota de todos los intentos por recuperar su ser y su libertad y la represión generalizada.
Ha sido un miedo terrible, y tan real que su simple recuerdo me llena los ojos de lágrimas. Es ese miedo que miserablemente habíais conseguido calara hasta en el último de los hogares en Catalunya. El miedo que asomaba en los ojos de mi abuela, cuando supo que me implicaba en cosas "de política". Aquel "no t'hi fiquis" no era un miedo cobarde. Era el miedo por los años de cárcel de mi abuelo, por el simple hecho de ser un militar que permaneció fiel a la República. Era el miedo de convivir ya para siempre con el estigma del vencido.
Pero me metí. Y como yo, miles y miles. Cientos de miles. Millones. Y ese miedo de pueblo sistemáticamente amenazado, humillado, destruido, se desvaneció. Primero tímidamente, después tomando forma en todo lo que hacíamos, como cogernos las manos, unos a otros, desconocidos los unos de los otros, a lo largo de centenares de kilómetros, de punta a punta del país. O en ese 9N, cuando Catalunya despertó con colegios electorales abiertos en todos los pueblos, barrios y ciudades, y en masa acudimos a depositar un voto de desobediencia y de dignidad.
Así, solamente ha persistido el miedo miserable, el miedo de los cobardes. Pocos, pero haberlos haylos. El miedo de los que van firmando manifiestos para que no hagamos nada, y así evitar enfadar al amo, seguir lamiendo sumisamente su mano esperando su caricia. El miedo de los que menosprecian lo que hacemos, y exigen "garantías", aunque ellos no hagan nada por tenerlas y culpan a los que lo queremos hacer de lo que nos niegan los que quieren impedirlo. Ese miedo del silencio cobarde para rehuir el compromiso, tomar parte, arriesgarse.
Pero este miedo de los cobardes ya solamente nos provoca que entre indiferencia y asco.
Por eso la mala noticia que os traigo. Hagáis lo que hagáis nos da igual. Porque el miedo en los ojos desde los que me miraba mi abuela se ha desvanecido, lo hemos vencido, y ahora estamos plenamente instalados en la gran emoción positiva de la determinación por conseguir algo. Algo tan revolucionario como votar. Algo tan intensamente movilizador como hacer de ese "nosotros" los cimientos de un nuevo país.
Podíais con una minoría insurgente. Podíais con unas élites lacayas. Podíais ante un espíritu colectivo todavía atenazado por el miedo.
Pero ahora ya no. No podéis contra millones de personas que quieren decidir, contra millones de sonrisas por saberse, por primera vez, libres para decidir su futuro. No podéis ya nada contra millones de manos que se aprietan a quien tienen a su lado, y al hacerlo, dar forma a un "nosotros" hasta entonces difuminado entre miedos, siglas y diferencias.
Hubo un tiempo, sí. Pero ese tiempo ya os pasó. Ahora es nuestro momento, nuestro tiempo. Y lo vamos a aprovechar. Hagáis lo que hagáis.
Ojalá ese miedo que ahora, tal vez por primera vez sentís, el miedo de que vuestra fuerza bruta no sea suficiente, lo podáis gestionar como una emoción positiva, y de aquí al 1 de octubre se abra un proceso negociado para poder decidir en democracia, libertad y respeto. Nos lo merecemos, nosotros y el pueblo español, que solamente así tendrá una oportunidad para la regeneración democrática. Es el mejor camino para todos. Y el mejor mañana posible. Que eso sea posible sólo depende de vosotros. Nosotros, hagáis lo que hagáis, seguiremos adelante por este camino de libertad y democracia que hemos trazado. Sin miedo.
Hola a todos. Hoy os traigo una mala noticia. Supongo ya la sabéis, pero por si acaso aquí os la traigo. Tenéis un problema. Y vuestro problema es que hagáis lo que hagáis... nos da igual.
Hubo un tiempo que esto no era así, cierto. Pero ese tiempo ya pasó. Ya es un pasado remoto en este proceso que estamos viviendo, construyendo día a día.
Sí, cierto, hubo un tiempo que inhabilitar políticos, incluso un Presidente de Catalunya, nos hubiera impresionado.
Hubo un tiempo que encausar la mesa del Parlament por permitir un debate podría haber generado una propuesta pactista.
Hubo un tiempo en el que el simple hecho de presentarse la Guardia Civil a interrogar amenazadoramente servidores públicos, sin ninguna acusación, simplemente como advertimiento en una causa preventiva, hubiera paralizado muchos compromisos ante el temor de ser los siguientes.
Hubo un tiempo en el que nos hubiéramos defendido de las acusaciones repugnantes para la mayoría de nosotros de ser unos charnegos agradecidos, o de que, por defender lo que creemos más justo para nosotros, nuestros hijos y nuestra sociedad, en este "nosotros" que nunca acabáis de entender ni aceptar, negamos o renegamos de nuestros orígenes o el de nuestros padres.
Hubo un tiempo en el que tal vez toda esta rumorología de que si tu que si yo, que si este hace esto y ese no hace lo otro, que si este piensa en eso y ese otro piensa en aquello, hubiera minado nuestra unidad y confianza.
Hubo un tiempo, no hace tanto, pero ya es demasiado lejano como para que vuelva, que todo esto, junto, nos hubiera hecho dudar de nosotros mismos y de poder llegar al día 1 de octubre y votar.
Ahora, hoy, en este hoy que construimos desde ese nosotros que negáis tanto como a la vez odiáis, en este hoy que se edifica por encima de todas las dificultades posibles e imaginables, en este hoy que no está escrito, sino que escribimos a diario... en este hoy ya no hay espacio para ese tiempo que hubo.
Y esta es la mala noticia que os traigo. Supongo que sabéis lo que eso significa. Creo que sí. Lo veo en vuestras caras, en vuestros gestos, en vuestras declaraciones, en todo lo que hacéis.
Entre ese tiempo que hubo y este hoy que somos ha pasado una cosa trascendente: hemos aprendido a gestionar el miedo. Sí, ahora me explico. Veréis, aquí, entre los nuestros, hay algunos que bravuconean "no tenim por" o "sense por", como si fuera una declaración de principios, como si el miedo fuera algo negativo.
Y no. O sí. O parcialmente. El miedo es una emoción positiva, porque te anticipa de un peligro inminente. Si no sientes esa emoción es que o no eres consciente de las posibles amenazas o eres un temerario porque eso te impide estar preparado ante cualquier peligro.
Hay un miedo negativo: el que nos deja paralizados ante lo que pueda pasar. Ese es el miedo en el que se quedan instalados, atrapados, sin ser lo mismo, los vencidos y los cobardes. Ese es el miedo que durante 300 años ha impuesto este estado podrido que es el estado español y sus élites y agentes, en su relación con Catalunya y los catalanes. El miedo ante la violencia sistemática contra Catalunya y los catalanes, la derrota de todos los intentos por recuperar su ser y su libertad y la represión generalizada.
Ha sido un miedo terrible, y tan real que su simple recuerdo me llena los ojos de lágrimas. Es ese miedo que miserablemente habíais conseguido calara hasta en el último de los hogares en Catalunya. El miedo que asomaba en los ojos de mi abuela, cuando supo que me implicaba en cosas "de política". Aquel "no t'hi fiquis" no era un miedo cobarde. Era el miedo por los años de cárcel de mi abuelo, por el simple hecho de ser un militar que permaneció fiel a la República. Era el miedo de convivir ya para siempre con el estigma del vencido.
Pero me metí. Y como yo, miles y miles. Cientos de miles. Millones. Y ese miedo de pueblo sistemáticamente amenazado, humillado, destruido, se desvaneció. Primero tímidamente, después tomando forma en todo lo que hacíamos, como cogernos las manos, unos a otros, desconocidos los unos de los otros, a lo largo de centenares de kilómetros, de punta a punta del país. O en ese 9N, cuando Catalunya despertó con colegios electorales abiertos en todos los pueblos, barrios y ciudades, y en masa acudimos a depositar un voto de desobediencia y de dignidad.
Así, solamente ha persistido el miedo miserable, el miedo de los cobardes. Pocos, pero haberlos haylos. El miedo de los que van firmando manifiestos para que no hagamos nada, y así evitar enfadar al amo, seguir lamiendo sumisamente su mano esperando su caricia. El miedo de los que menosprecian lo que hacemos, y exigen "garantías", aunque ellos no hagan nada por tenerlas y culpan a los que lo queremos hacer de lo que nos niegan los que quieren impedirlo. Ese miedo del silencio cobarde para rehuir el compromiso, tomar parte, arriesgarse.
Pero este miedo de los cobardes ya solamente nos provoca que entre indiferencia y asco.
Por eso la mala noticia que os traigo. Hagáis lo que hagáis nos da igual. Porque el miedo en los ojos desde los que me miraba mi abuela se ha desvanecido, lo hemos vencido, y ahora estamos plenamente instalados en la gran emoción positiva de la determinación por conseguir algo. Algo tan revolucionario como votar. Algo tan intensamente movilizador como hacer de ese "nosotros" los cimientos de un nuevo país.
Podíais con una minoría insurgente. Podíais con unas élites lacayas. Podíais ante un espíritu colectivo todavía atenazado por el miedo.
Pero ahora ya no. No podéis contra millones de personas que quieren decidir, contra millones de sonrisas por saberse, por primera vez, libres para decidir su futuro. No podéis ya nada contra millones de manos que se aprietan a quien tienen a su lado, y al hacerlo, dar forma a un "nosotros" hasta entonces difuminado entre miedos, siglas y diferencias.
Hubo un tiempo, sí. Pero ese tiempo ya os pasó. Ahora es nuestro momento, nuestro tiempo. Y lo vamos a aprovechar. Hagáis lo que hagáis.
Ojalá ese miedo que ahora, tal vez por primera vez sentís, el miedo de que vuestra fuerza bruta no sea suficiente, lo podáis gestionar como una emoción positiva, y de aquí al 1 de octubre se abra un proceso negociado para poder decidir en democracia, libertad y respeto. Nos lo merecemos, nosotros y el pueblo español, que solamente así tendrá una oportunidad para la regeneración democrática. Es el mejor camino para todos. Y el mejor mañana posible. Que eso sea posible sólo depende de vosotros. Nosotros, hagáis lo que hagáis, seguiremos adelante por este camino de libertad y democracia que hemos trazado. Sin miedo.